Juan Manuel Castro Prieto: IMPRESCINDIBLE


Pero, ¿Qué está pasando? ¿Cómo puede ser posible que hasta ahora no haya ido a ver a Castro Prieto a la Tabacalera de Madrid? Semejante combinación es caballo ganador SIEMPRE; es como mezclar ácido clorhídrico y aluminio, sabes que va a explotar seguro.

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Y así es Cespedosa, una retrospectiva sobre la obra del salmantino, Premio Nacional de Fotografía de 2015, a lo largo de los últimos 40 años. El nombre se lo da el pueblo en el que nacieron sus padres, Cespedosa de Tormes, y que fue testigo del éxodo rural de la mitad del siglo XX que vivió nuestro país: el pueblo que ve partir a sus gentes y que vuelve a verlos como forasteros pasado un tiempo. Alguien que mira sus calles con los ojos de un extraño, y tratando de recordarlas.

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La muestra, dividida en varios proyectos bien diferenciados, nos da a conocer las diversas «mañas» del fotógrafo, su habilidad como positivador (algunos fotógrafos como Cristina García Rodero o Chema Madoz han contado con Juan Manuel para positivar sus copias de gran formato), un gran talento artístico y otro aún mayor con las cámaras de banco.

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Nada más entrar nos encontramos con unos espectaculares polípticos a partir de una cámara de 6×6, me arriesgaría a decir que es una Mamiya 6, por la muesca oblicua en las esquinas inferiores de cada negativo, aunque me asustaría acertar y descubrir que tengo un trastorno obsesivo-compulsivo.

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Estas imágenes conseguidas a partir de varios negativos sin la pretensión de crear una panorámica perfecta, si no más bien de crear un ‘paisaje reconstruido‘, me han emocionado profundamente.

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Y es que para los que somos ‘de pueblo‘, estas fotografías resultan no sólo de lo más evocadoras, si no además, maravillosamente inspiradoras. Imágenes llenas de una honestidad, y retales de todo nuestro imaginario colectivo; de aquellos momentos vividos en el pueblo.

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Por ello, la mitad de la exposición resulta de lo más sincera, es un constante acercamiento al mundo y los recuerdos de Castro Prieto, que intentan arañar los nuestro propios, y en cierta medida lo consiguen.

La otra mitad de la exposición ahonda un poco más en la cualidad artística, desde las ‘historias‘ que monta con algún familiar cuando vuelve al pueblo, hasta la impregnación de magia del entorno rural.

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Una de las series que más me ha gustado ha sido la de las placas de gran formato. Con personas que posan junto a espacios de sus casas, y sin abandonar ese encanto rural, Juan Manuel Castro Pietro juega con los abatimientos de los planos enfocados en su cámara Ebony de 4×5″ para dar la sensación de que son personajes de una casa de muñecas. Por cierto, a esta parte de la exposición, la precede un curioso y onírico vídeo de unos 20 segundos, en el que un Castro Prieto en negativo, prepara la cámara de banco y nos toma una fotografía.

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El resto de series presentan su faceta más narrativa hasta el punto de recordar a fotógrafos como García-Alix, que hace tan sólo unos meses se movían en este mismo espacio expositivo.

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Como siempre, el espacio de Tabacalera-Promoción del Arte, de 10, tanto por el encanto del entorno, como por su política de dejarte deambular sin fiscalizarte a cada paso, es decir, puedes hacer tantas fotos como gustes, ir con niños y hablar en un tono normal y no como si estuvieras en un lugar sagrado o en una biblioteca.

En resumen, y por si no había quedado claro, no hagáis como yo, no esperéis ni un segundo para echar un ojo a Cespedosa, porque os encantará. A lo largo de 200 fotografías y dos breves audiovisuales (uno algo más ‘artístico’ y otro en formato entrevista documental), descubriréis o disfrutaréis de la obra de Juan Manuel Castro Prieto.

¡Salud!

 


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