Entrevista a Luis Baylón


Entrevista originalemente publicada en el blog de Relendo, ahora cerrado, y que quiero recuperar por su interés, al menos personal, y con suerte de alguien más.

Charlar con Luis Baylón resultó toda una experiencia. Es una de esas personas que irradian interés, tiene algo que atrae. Un hombre sin pelos en la lengua y con un agudo sentido del humor. Cuando conoces al autor de algunas de las imágenes que admiras de alguna manera, comienzas a verlas de nuevo, como si las pusieras en un nuevo contexto.

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Tras enseñarme el laboratorio que tiene montado en su casa, verdaderamente alucinante, así como algunas de sus cámaras, pasamos al salón, donde charlamos “off the record” de fotografía. Digo esto para recalcar que Baylón es una persona de palabra fácil, sólo das un pie, y él te hace una disertación a la que no puedes más que quedarte con la boca abierta.

El fotógrafo madrileño, con un amplio bagaje en el mundo de la fotografía, habiendo expuesto en galerías de toda España y gran parte del extranjero, PhotoEspaña, Estampa, profesor en la faculta de Bellas Artes de Cuenca, y un muy largo etcétera, resulta de lo más políticamente incorrecto. Tal y como esperas de alguien como él. Si después de la entrevista os quedáis con ganas de más, echad un vistazo a su web: http://www.luisbaylon.com/

P: Háblame sobre tus inicios, ¿Querías ser fotógrafo de pequeño?

L: Nunca sabes lo que quieres ser hasta que lo descubres. A mí me gustaba mucho el cine, y la paga que me daban me la gastaba en cine, en alguna sesión doble, ahí está mi raíz y mi querencia. Pero cuando acabé el COU cerraron la escuela de cinematografía. Mi madre insistió en matricularme en derecho, pero al poco falleció, y me fui de casa. Al poco tiempo, con mi dinero, me compré una cámara, casi de casualidad, una Canon FTB y me apunté a la única escuela que había en Madrid, Fotocentro, aunque sólo estuve 4 ó 5 meses. Aprendí lo elemental en cuanto al funcionamiento de la cámara y me fui de por libre. La diferencia es que antes no había casi nada de información, y ahora hay demasiada. Antes tenías que formarte e interesante para llegar a esa cima de conocimiento, y ahora parece que te suben en dron, no te molestas en escalar.

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P: Cuál es tu mejor trabajo, la foto de la que estás más orgulloso.

L: Hay una frase muy vulgar, pero muy buena que dice “la mejor foto siempre está por hacer”. Aunque las mejores fotos también son las que no haces, las que se quedan en la retina, pero que se convierten en una piedra en la mochila. Cuando uno es fotógrafo siempre sabe cuándo ha habido una ocasión perdida, es una china en el morral, el morral se va llenando de chinas perdidas, de fotos escapadas, y cuando no traspasas ese umbral de hacerlas o no hacerlas es cuando la mochila pesa demasiado. Y entonces es cuando ahí está el punto de inflexión en que tienes que recapacitar, “hacer” o “no hacer”. Y si no haces, ya no andarás, si haces podrás seguir el camino.

P: ¿Las fotografías se buscan o se encuentran?

L: Si tú eres fotógrafo no dejas de ver fotos, si no lo eres tal vez no dejas de buscarlas. Cuando lo eres, es que te asaltan al camino. No eres tú el que va a por ellas. Nosotros no somos actores somos un medio. Cuando tienes un recorrido ya sabes cómo traducir todo eso que ves en algo material, que es la fotografía. Ese conocimiento es perturbador porque como te decía, no dejas de echarte piedras a la mochila.

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P: ¿Te consideras fotógrafo de calle?

L: A mí no me gusta demasiado el término de “fotógrafo de calle”, lo uso porque la gente lo entiende mejor que el de “street photography”, que viene a ser exactamente lo mismo, pero en inglés, que ha cogido el término, y parece más rimbombante. Pero calle quiere decir que es calle aquí y en Berlín, o en el Sáhara, o en las Alpujarras… Es decir, que funcionas con la luz natural. Por eso prefiero decir que soy fotógrafo “de luz natural”.

P: ¿Tienes alguna influencia de algún otro fotógrafo?

L: La verdad es que no, con el tiempo acabas viendo gente afín, pero en ningún caso influencias. No me parezco a nadie. Por ejemplo, descubrí a Diane Arbus, mucho tiempo después de hacer mis fotos, a Vivian Maier la hemos conocido todos ahora. No es que se parezcan a mis fotos, o el formato, pero quizás la gente si les daría una cierta relación. En este mundo tan ancho y tan grande y tan amplio, y en los casi 200 años de fotografía, ha dado tiempo a hacer casi de todo, es inevitable que haya afinidades entre estilos. Lo que sí se nota es cuando alguien plagia sistemáticamente, y basa su obra en ello. Hay algunos fotógrafos que no tienen ningún estilo propio, y a la vez tienen el de todos.

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P: ¿Qué fotografía querrías haber hecho?

L: Creo que la única nostalgia la siento por aquellas fotografías que te comentaba antes, aquellas que se convertían en chinas en la mochila.

Si hablamos de fotografías famosas, creo que a veces dilapidan al propio fotógrafo, convirtiéndolo en un grupo de una sola canción. Como por ejemplo el caso de Alberto Korda, todos lo recuerdan por la fotografía del Che, pero no conocen el resto de su trabajo.

P: ¿Se trabaja mejor dentro o fuera de España a la hora de hacer un reportaje en la calle?

L: Las fotografías las hago igual aquí que en Pekín. Mi fotografía no es algo demasiado lingüístico. Al contrario que otros fotógrafos que tienen que saber toda la vida del personaje que fotografían, yo creo que la fotografía debe ser ligera, intensa, que capte tu atención… Y nada peyorativa o peligrosa. Yo no soy un fotorreportero, no me va la vida en ello. Y es en esa libertad en la que me muevo, donde encuentro esa espontaneidad. Prefiero que no noten que estoy.

Es verdad que en sitios como Marruecos o en India incluso te persiguen para que les hagas fotos, en China, la primera vez que fui eran más indiferentes. A raíz de las olimpiadas la gente ha cambiado bastante. Aquí ahora somos más recelosos también.

P: ¿Pides permiso a la hora de hacer un retrato a alguien por la calle?

L: Pues a veces sí, y a veces no. Cada uno tiene su metodología, a mí a veces me interesa y otras veces no, pero nunca he querido imponer reglas ni que me las impongan.

P: ¿Eres de los que prefieren pedir perdón que pedir permiso?

L: No, nunca. Yo no quiero tener que pedir perdón nunca. Eso le ha pasado a otros fotógrafos. Yo hago todo con mi propia intención, mi propio código moral. Pienso que si estoy cabal, que lo estoy, y tengo mi propia ética, no tengo que pedir perdón a nadie. Porque además, yo lo hago, si luego me arrepiento, simplemente no lo publico. Soy el que decide si enseña o no esa foto, y tengo tiempo para decidirlo, cavilar, y saber si he hecho bien o mal. Una vez lo haya decidido, tiro para adelante con esa decisión. Con lo cual el perdón no cabe. En la fotografía pedir perdón es como negarse a uno mismo.

 


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